EDUCACIÓN PARA UN MÉXICO INTERCULTURAL
México es el país con mayor
población indígena de América. Según el último Censo Nacional de Población y
Vivienda (INEGI, 2011), 6.9 millones de mexicanos de tres años de edad y más
hablan una lengua indígena, lo que significa 6.6% de la población nacional. Sin
embargo, 15.7 millones (14.86%) se consideran indígenas. Si bien en otros
países, como Guatemala, Bolivia, Perú y Ecuador, el porcentaje de población
indígena es considerablemente mayor, en números absolutos México es el país del
continente con más indígenas. Probablemente, México también sea el país más
diverso de América. El Catálogo Nacional de Lenguas Indígenas, elaborado por el
Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI, 2005), reporta la existencia de
68 grupos etnolingüísticos pertenecientes a once familias lingüísticas que
hablan 364 variantes dialectales de esas 68 lenguas. Esta diversidad
representa, sin duda, una gran riqueza que el país ya reconoce, pues en el
artículo 2° de la Constitución se estipula que “la Nación tiene una composición
pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas” (Cámara de
Diputados del H. Congreso de la Unión, 2008). A pesar de este reconocimiento,
los indígenas en nuestro país viven, en una amplia mayoría (80%), en
condiciones de pobreza y este porcentaje no disminuye con los años (Hall &
Patrinos, 2005). La pobreza se refleja en todos los indicadores de desarrollo
económico y social, incluyendo los educativos. México no puede definirse, como
lo ha hecho a partir de 1992, en función de su diversidad cultural cuando estas
enormes desigualdades que nos dibujan un escenario de enorme injusticia en lo
que concierne a los pueblos indígenas no vayan siendo combatidas. Esto es un
proyecto de país e implica a todos los sectores y agencias e instituciones de
la sociedad. La educación contribuye a ello, y hacerlo significa mejorar la
cobertura y la calidad con pertinencia cultural y lingüística de la educación
destinada a los pueblos indígenas. Definirnos como país pluricultural
significa, entre otros aspectos, hacernos cargo del fortalecimiento de las
lenguas y las culturas que nos hacen ser diversos, pero también implica una
educación que, frente a toda la población, trabaje el conocimiento, la
valoración y el aprecio de la diversidad cultural; que combata el racismo que
está en la base de las enormes injusticias que aquí apenas hemos esbozado, y
que vaya permitiendo construir una sociedad en la que las asimetrías sociales y
económicas entre población indígena y no indígena se vayan desarmando y las
relaciones entre los miembros de las diferentes culturas se puedan ir dando
desde posiciones de igualdad, se fundamenten en el respeto y resulten mutuamente
enriquecedoras.
La
globalización
Esta marca de nuestro tiempo
influye sobre la importancia de la multiculturalidad por tres vías:
Ø En
primer lugar, la comunicación planetaria que la globalización hace posible nos
pone en contacto, mediante la televisión fundamentalmente, con diferentes
culturas del planeta. Con este contacto cotidiano y frecuente con la diversidad
ocurren procesos inconscientes en las poblaciones, que conducen a reconocer
–tal vez no de manera abierta– que existen múltiples culturas y no una sola. Y
quizá también a cuestionar si la cultura propia es la mejor o, al menos, “la
única correcta”. Con ello se relativiza la cultura propia y, de modo gradual,
la sociedad se va abriendo al reconocimiento al menos de la existencia de la
diversidad cultural.
Ø En
segundo lugar, la globalización impone, o aparenta imponer, un modelo único de
producción, consumo, entretenimiento. Ante ello, una reacción natural de los
pueblos es, sin renunciar a los beneficios que trae consigo el modelo impuesto,
afirmarse con las formas propias de expresarse. Por eso, la contraparte de la
globalización es la manifestación de la diversidad cultural.
Ø En
tercer lugar, la globalización trae consigo un modelo de desarrollo económico
polarizante. Los países ricos se vuelven cada vez más ricos, y en algunos de
los países pobres, la supervivencia es cada vez más difícil. Al interior de los
países suceden fenómenos similares. La consecuencia de esta realidad
polarizante son las migraciones: ante la imposibilidad de sobrevivir en el
lugar de origen, o ante la legítima aspiración de una mayor calidad de vida,
pueblos enteros abandonan sus zonas de origen. Ello multiplica las
oportunidades de convivencia multicultural: las calles, las iglesias, los sitios
de trabajo, las escuelas, sobre todo de las zonas desarrolladas y de las
grandes urbes, son espacios cada vez más multiculturales.
La
filosofía de la otredad
Las bases filosóficas de la
interculturalidad se refieren a la forma en que se aborda al otro diferente:
v Desde
una postura filosófica que considera que hay culturas superiores y que, por lo mismo,
es necesario que el otro borre su diferencia para poder establecer una relación
desde planos de igualdad, se transita con claridad al polo opuesto: a la
postura que sostiene que el otro puede y debe crecer desde lo que es, desde su
propia identidad.
v Desde
una postura filosófica que conduce a concebir al otro diferente como una
amenaza a un planteamiento radicalmente opuesto que asegura que el contacto con
el otro diferente me enriquece.
v Desde
una visión de “cultura” en singular –incluyendo la convicción de que la puerta
de entrada a la esta cultura es la escuela– a un planteamiento de “culturas” en
plural, cuya presencia múltiple asegura la vida. Esta postura sostiene, además,
la imposibilidad de juzgar la superioridad de una cultura sobre otra en un
determinado momento de la historia. Históricamente, y desde posturas éticas
específicas, sí es posible hacer estos juicios de valor.
v Y
desde una concepción de que las culturas son estáticas y las identidades son
fijas a una concepción de las culturas como vivas, dinámicas, adaptables y
promotoras del cambio. Una de las principales fuentes de dinamismo de una
cultura es el contacto con otras culturas, más aún si éste se da desde la base
del respeto.
La asimetría escolar se
combate ofreciendo una educación de calidad a los indígenas en todos los
niveles educativos, desde el preescolar hasta la universidad. Calidad significa
ofrecer una educación cultural y lingüísticamente pertinente. Desde el paradigma
de la diversidad, la calidad debe alcanzarse por los caminos más adecuados, que
difieren según los grupos culturales y contextos poblacionales. La segunda
asimetría educativa es la valorativa, que nos ayuda a explicar por qué hay un
grupo cultural mayoritario que se considera superior, culturalmente, a los demás.
Mediante el mecanismo del racismo introyectado, nos explica también por qué los
grupos minoritarios, en ocasiones, y sobre todo en situaciones de relación con
los mestizos, se consideran a ellos mismos como inferiores. No permite que las relaciones
entre grupos culturales distintos se den desde planos de igualdad. Esta
asimetría debe combatirse con los grupos indígenas persiguiendo y obteniendo, como
fruto de la educación básica, el orgullo de la propia identidad, pero es
evidente que el origen de esta asimetría, de la discriminación y el racismo que
ella implica, se encuentra en la población mestiza. Por eso, la educación
intercultural tiene que ser para toda la población. Si no es para todos, no es
intercultural. En México, cometimos el error de llamar a la modalidad educativa
bilingüe destinada a poblaciones indígenas “intercultural bilingüe”. Arrastramos
la identificación, en la representación colectiva, de la educación intercultural
con aquella destinada a los pueblos indígenas. Es necesario ir transformando
esta percepción equivocada.
La educación para la
interculturalidad con poblaciones indígenas
En este escenario, la
actividad educativa que combate asimetrías debe proponerse:
• Ofrecer una educación de
primera calidad a sus alumnos. Tratándose de la escuela de nivel básico, esto
significa asegurar que todos los alumnos logren el pleno dominio de los
objetivos nacionales. Las escuelas deben funcionar de manera tal que no se
generen desigualdades o privilegios al interior de ella. La educación para los
indígenas no puede seguirse restringiendo a lo básico. Tiene que proporcionarse
en todos los niveles educativos, con esta misma exigencia de calidad.
• Además, si se trata de
grupos con una lengua propia, a los objetivos comunes se agrega el lograr un
bilingüismo oral y escrito fluido en la lengua nacional y en la materna, y en
los niveles superiores, el estudio de la lengua, la producción en ella, y el
creciente uso público en espacios.
• Un elemento central de la
educación intercultural para estos grupos es el conocimiento de su cultura. El
objetivo es que lleguen a valorarla y a entenderse a sí mismos como creadores
en y desde su cultura. El objetivo del dominio, oral y escrito, de la lengua
materna adquiere desde este objetivo su pleno sentido, pues la lengua propia es
la que permite nombrar la cultura propia. Se trata de despertar el orgullo de
su identidad.
La educación intercultural
en escenarios pluriculturales
Sin duda, el escenario de
educación para la interculturalidad que más ha crecido en las últimas décadas a
consecuencia de la globalización es el de la realidad multicultural. Aquél se
manifiesta cuando una misma escuela atiende niños y niñas procedentes de grupos
culturales diversos. Es muy probable que los avances más importantes en
relación con la educación intercultural procedan de la necesidad de enfrentar
educativamente estas situaciones.
Quizás el país más avanzado
en el manejo educativo de situaciones multiculturales sea Canadá.
Curiosamente, en ese país la educación intercultural se ha dado con éxito con
grupos culturales procedentes de muchas partes del mundo, pero no ha sido tan
natural ni tan fácil desarrollarla respecto de sus propios grupos indígenas.
La educación intercultural
en escenarios pluriculturales
Sin duda, el escenario de
educación para la interculturalidad que más ha crecido en las últimas décadas a
consecuencia de la globalización es el de la realidad multicultural. Aquél se
manifiesta cuando una misma escuela atiende niños y niñas procedentes de grupos
culturales diversos. Es muy probable que los avances más importantes en
relación con la educación intercultural procedan de la necesidad de enfrentar
educativamente estas situaciones.
Quizás el país más avanzado
en el manejo educativo de situaciones multiculturales sea Canadá.
Curiosamente, en ese país la educación intercultural se ha dado con éxito con
grupos culturales procedentes de muchas partes del mundo, pero no ha sido tan
natural ni tan fácil desarrollarla respecto de sus propios grupos indígenas.
Asumir el desafío de la
educación para la interculturalidad, en cambio, implica, necesariamente, dar
prioridad a la atención con calidad y pertinencia cultural y lingüística de la
población indígena, en todos los niveles educativos, lo que, a su vez, es
indispensable para ir combatiendo la penosa desigualdad en el sistema educativo
mexicano. Es difícil tener la legitimidad para avanzar en educación intercultural
si no se atiende de manera preferente la lamentable situación de la deficiente
calidad y falta de relevancia de la educación destinada a los pueblos
indígenas. Hacerlo supone contar con una activa participación de los pueblos indígenas
mismos a través de sus organizaciones, tal como lo señalan los tratados
internacionales firmados por México a los que hemos aludido.
Si se lleva a cabo un
trabajo en este sentido, a la par habría que profundizar en lo realizado hasta
la fecha, que es apenas incipiente, en el sentido de propiciar una educación
intercultural para toda la población y en todos los niveles educativos, pues
es esta una vía indispensable, si bien no única, para ir desmontando el racismo
que caracteriza a la población mexicana y que en el fondo explica la actual
situación de pobreza e indefensión de la población indígena en el país.
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