jueves, 2 de julio de 2015

EDUCACIÓN E IDENTIDAD

EL RESPETO A LA IDENTIDAD COMO FUNDAMENTO DE LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL
El fenómeno de la interculturalidad se ha convertido en una cuestión de máximo interés para un gran número de profesionales dedicados a distintos campos de estudio. Basta con revisar la literatura sobre el tema para observar cómo la producción bibliográfica se ha ido multiplicando progresivamente a un ritmo vertiginoso: estudios sobre inmigración, sobre la situación de minorías étnicas en distintos países, sobre los derechos de estas minorías, sobre los programas para favorecer la inserción educativa y social de dichos grupos, y un largo etcétera de temáticas que ponen de manifiesto la creciente importancia que este hecho despierta tanto a nivel nacional como internacional.
Por su parte, la educación intercultural ha adquirido la consideración de herramienta fundamental de cara a superar los prejuicios que existen hacia los grupos minoritarios, así como para conseguir una interacción cultural en el contexto educativo basada en el mutuo enriquecimiento que para el alumnado puede implicar esa coexistencia.
LA IDENTIDAD COMO EJE DEL DEBATE SOBRE EL INTERCULTURALISMO
El tema de la identidad es básico para poder tratar la cuestión de las relaciones interculturales, ya que cada grupo cultural posee unas características propias que conforman su identidad. Sin embargo, en todos los grupos hay personas que, en muchos casos, han tenido que realizar un esfuerzo para que ciertas dimensiones de sus identidades personales coincidan, otorgando al grupo una idiosincrasia que por una parte les identifica como grupo, y por otro lado les confiere singularidad frente a las demás colectividades.
Un principio general que debe guiar toda educación intercultural es la necesidad de que ésta abarque a todo el alumnado y no solamente a aquellos alumnos pertenecientes a culturas minoritarias, es decir, «la educación intercultural debe ser un proyecto cósmico, con acciones y actuaciones dirigidas a la totalidad de la población» (Froufe, 1999, 16). Por tanto, la educación intercultural es, en este sentido, una educación pluralista, educación para la igualdad y para el respeto, por lo que la cuestión de la identidad se convierte en un tema central a la hora de reflexionar sobre la atención educativa en contextos de diversidad cultural.










Según Erikson (1989), la identidad individual es una definición de uno mismo que en parte está implícita, y que una persona adulta elabora como el elemento constituyente de su personalidad, y esta definición se sigue construyendo a lo largo de toda la vida. Esta conceptualización del término identidad individual nos aporta algunas de sus características fundamentales, es decir, su dinamismo y su posibilidad de cambio y por tanto de adaptación. Tal como afirma Maalouf (1999, 35) «la identidad no se nos da de una vez por todas, sino que se va construyendo y transformando a lo largo de toda nuestra existencia», o dicho de otro modo, «la identidad se forma y se transforma continuamente con relación a las formas por las que somos representados y tratados en los sistemas culturales que nos circundan, dando la posibilidad a que en nosotros coexistan identidades contradictorias, de modo que nuestras identificaciones cambian incesantemente»
Para Muñoz Sedaño (1997), la identidad personal es el sentido del yo que proporciona una unidad a la personalidad en el transcurso del tiempo, el reconocimiento de que mi yo, que vivió, participó y tomó decisiones en tiempos y lugares diversos a los actuales, es sin embargo idéntico: el mismo yo del presente. Tal unidad en la personalidad implica una estabilidad de la propia identidad. Cuando la persona no tiene una identidad estable se siente al borde de la crisis, desarrolla sentimientos de inferioridad, su conducta se bloquea y es incapaz de funcionar con normalidad. De igual forma, todo individuo negocia su identidad con su entorno, por lo que se nos hace difícil tomar decisiones individuales que pudieran llevarnos a ser rechazados por el grupo. En caso de que se produzca tal rechazo, el sujeto busca otro grupo donde su identidad sea aceptada:
Toda identidad va cambiando y requiere de la alteridad. No se puede reconocer una identidad si a la vez no se reconoce una alteridad que se puede presentar como un antagonista. Estos antagonismos nos crean conflictos con los demás, pero también con nosotros mismos. Si el otro no confirma mi identidad, se transforma en una amenaza y es frecuente que se intente evitar el contacto con aquellos que nos amenazan, que ponen en riesgo mi identidad, mi autoimagen o mi autoestima
(Castillo, 2004, 379-380). Cuando el sujeto comprueba que su identidad no es aceptada por el grupo mayoritario, una opción lógica es la de reunirse en torno a aquellas personas que comparten un número significativo de rasgos identificatorios (segregación), ya que el mantenimiento de relaciones interétnicas positivas se ve imposibilitado. Tal rechazo puede traducirse en un deterioro del autoconcepto del sujeto. Según Muñoz Sedaño (1997), las consecuencias de un autoconcepto minusvalorado sobre el rendimiento escolar y sobre la adaptación personal y social pueden ser muy graves, siendo uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta en la educación de inmigrantes y minorías étnicas marginadas. En este sentido, un trabajo desarrollado en la Universidad de Málaga (Esteve, Merino, Rius, Canto y Ruiz, 2003) con una muestra de 1.886 alumnos de primer ciclo de Educación Secundaria Obligatoria, escolarizados en tres localidades de Campo de
Gibraltar (La Línea de la Concepción, San Roque y Algeciras) y la Ciudad Autónoma de Melilla establecen una clara relación entre el autoconcepto de dichos alumnos y la tendencia a recurrir a respuestas agresivas.



Uno de los principales estudiosos sobre el tema de la identidad fue Erik Erikson, profesor de Desarrollo Humano en la Universidad de Harvard al que anteriormente hemos hecho referencia. Para este autor, la adquisición de la identidad se revela como la principal tarea de la adolescencia, implicando tres componentes: un sentido de unidad entre las autoconcepciones, un sentido de continuidad a través del tiempo de estos atributos propios y un sentido de la correspondencia mutua entre las concepciones que sostiene el individuo sobre sí mismo y aquellas que sobre él mantienen las personas significativas de su entorno (Erikson, 1989). Como podemos comprobar, Erikson hace referencia a la necesidad de reconocimiento, es decir, que para que mi identidad sea estable es necesario que sea reconocida por los demás, y, en cualquier caso, será preciso que ese reconocimiento externo concuerde con lo que yo pienso sobre mí mismo.
Uno de los principales estudiosos sobre el tema de la identidad fue Erik Erikson, profesor de Desarrollo Humano en la Universidad de Harvard al que anteriormente hemos hecho referencia. Para este autor, la adquisición de la identidad se revela como la principal tarea de la adolescencia, implicando tres componentes: un sentido de unidad entre las autoconcepciones, un sentido de continuidad a través del tiempo de estos atributos propios y un sentido de la correspondencia mutua entre las concepciones que sostiene el individuo sobre sí mismo y aquellas que sobre él mantienen las personas significativas de su entorno (Erikson, 1989). Como podemos comprobar, Erikson hace referencia a la necesidad de reconocimiento, es decir, que para que mi identidad sea estable es necesario que sea reconocida por los demás, y, en cualquier caso, será preciso que ese reconocimiento externo concuerde con lo que yo pienso sobre mí mismo. como hemos señalado anteriormente, esto no implica que el individuo pueda conformar su identidad sin tener en cuenta el entorno, ya que todos tenemos el deseo de ser aceptados, de poder identificarnos con los demás, de ser reconocidos, por lo que nos vemos obligados a negociar nuestra propia identidad con nuestro entorno hasta encontrar un punto de equilibrio entre nuestra identidad personal y la identidad colectiva, lo cual no equivale a aceptar una identidad impuesta; como bien afirman los profesores Jordán, Ortega y Mínguez (2002, 113) «la identidad personal es, en efecto, elpropium de cada ser humano, en cuanto tal, el producto autónomo y libre que cada cual, desde la edad más temprana, ha ido construyendo a través de sus interacciones con los otros en entornos como los nuestros, cada vez más plurales». En cualquier caso, podemos constatar que cuando hablamos de interculturalismo, el tema de la identidad es crucial, ya que lo que pretendemos es lograr la libre expresión de nuestra propia identidad y el derecho a que ésta sea reconocida por los demás y no rechazada por el simple hecho de diferir de la identidad de la mayoría.









¿QUIÉNES SOMOS NOSOTROS?: LAS IDENTIDADES COLECTIVAS
De la misma manera que los individuos necesitan desarrollar una identidad estable y sólida que les permita definir quiénes son ellos mismos, las colectividades necesitan establecer sus propias identidades. Son muchos los términos que se utilizan al respecto tales como identidad social, identidad cultural, identidad étnica,
etc. En cualquier caso, de lo que se está hablando es de una colectividad de individuos que desarrollan sentimientos de pertenencia a un grupo determinado, con unas características definidas, lo cual les va a permitir identificarse a ellos mismos como grupo y diferenciarse de las otras colectividades.
Las definiciones que podemos encontrar sobre tales conceptos son numerosas; para Aguirre (1997, 3D la identidad étnica es «un sistema cultural de referencia, a partir del cual una comunidad define su identidad grupal». Según Tajfel (1975,
376), la identidad social puede ser entendida como «aquella parte del autoconcepto de un individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo social, junto con la significación emocional y valorativa asociada a dicha pertenencia».

Cuando una persona llega a una nueva sociedad puede descubrir que su identidad no es aceptada, ya que en muchos casos pueden existir elementos de tales identidades que entren en conflicto con las características identificatorias de la sociedad de acogida. En tal caso, la persona recién llegada tiene dos opciones básicas; por una parte puede decidir integrarse de pleno en la sociedad receptora haciendo suya la identidad de tal sociedad para lograr el máximo grado de aceptación (asimilación), mientras que una segunda posibilidad puede ser establecer una lucha por el reconocimiento de su propia identidad, lo cual puede dar lugar al segregacionismo cuando tales identidades no son aceptadas por el grupo mayoritario. Por lo tanto, el objetivo a perseguir será la asunción por parte de las sociedades del pluralismo cultural que está presente en ellas. En este sentido Shekel (1987) estima que son necesarias cuatro condiciones para que pueda crecer dicho pluralismo:
Ø  Existencia de diversidad cultural dentro de la sociedad.
Ø  Interacción inter e intragrupos.
Ø  Los grupos tienen que compartir aproximadamente las mismas oportunidades políticas, económicas y educativas.
Ø  La sociedad debe valorar la identidad cultural de los grupos y de las personas.
Por otra parte y dado que la cultura es uno de los elementos fundamentales constituyentes de cualquier sociedad, esta presencia extranjera podría derivar en una pérdida de consistencia en la cohesión social. Ahora bien, cabría preguntarse si esto sucede con los grupos cuya identidad es sólida y estable. Parece demostrado que las sociedades o los grupos tradicionalmente en minoría rechazan en mayor medida la influencia cultural externa, algo que podría responder a un mecanismo de defensa motivado por la imposición histórica de una cultura ajena y consecuentemente a la instauración obligada de una identidad cultural que no dejaba de ser ficticia. El problema es que, en la actualidad, los grupos sociales que se niegan al contacto intercultural están abocados al aislamiento, lo cual se traduce en una decadencia de esas sociedades. Fenómenos como la creciente inmigración, la libre circulación de ciudadanos dentro de la Unión Europea o la expansión de la información y la comunicación a través de las nuevas tecnologías hace que hoy más que nunca se hable de la denominada «aldea global» donde el contacto intercultural es una característica configuradora.


EL DOCENTE ANTE LA IDENTIDAD DE sus ALUMNOS
A raíz de la importancia del tema de la identidad a la hora de abordar la educación en contextos de diversidad cultural decidimos preguntar a los profesores acerca de la identidad de sus alumnos. Dicha cuestión se enmarca en un estudio llevado a cabo en el Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Málaga con una muestra de 87 profesores de primer ciclo de Educación Secundaria Obligatoria, pertenecientes a 17 centros educativos de la zona de Campo de Gibraltar (La Línea de la Concepción, San Roque y Algeciras). A través de un cuestionario elaborado a tal efecto y de entrevistas personales sondeamos las opiniones de los docentes y directores de los centros de dicha zona sobre múltiples cuestiones relacionadas con la atención al alumnado en un contexto de educación intercultural. Una de esas cuestiones iba dirigida a conocer concretamente la valoración que realizaban los docentes acerca de las preferencias de sus alumnos respecto a sus identidades.
Ofrecimos a los profesores tres opciones de respuesta (Merino, 2003):
·         Que, según su opinión, el deseo de sus alumnos fuera integrarse en la cultura mayoritaria manteniendo su identidad.
·         Que, bajo su punto de vista, sus alumnos desearan integrarse en la cultura mayoritaria aunque esto supusiera la renuncia a su identidad.
·         Que, a su entender, sus alumnos primaran el mantenimiento de su identidad aunque ello les comportara problemas de integración en la cultura mayoritaria.



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