EL RESPETO A LA IDENTIDAD COMO
FUNDAMENTO DE LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL
El
fenómeno de la interculturalidad se ha convertido en una cuestión de máximo
interés para un gran número de profesionales dedicados a distintos campos de
estudio. Basta con revisar la literatura sobre el tema para observar cómo la
producción bibliográfica se ha ido multiplicando progresivamente a un ritmo
vertiginoso: estudios sobre inmigración, sobre la situación de minorías étnicas
en distintos países, sobre los derechos de estas minorías, sobre los programas
para favorecer la inserción educativa y social de dichos grupos, y un largo
etcétera de temáticas que ponen de manifiesto la creciente importancia que este
hecho despierta tanto a nivel nacional como internacional.
Por
su parte, la educación intercultural ha adquirido la consideración de
herramienta fundamental de cara a superar los prejuicios que existen hacia los
grupos minoritarios, así como para conseguir una interacción cultural en el
contexto educativo basada en el mutuo enriquecimiento que para el alumnado
puede implicar esa coexistencia.
LA
IDENTIDAD COMO EJE DEL DEBATE SOBRE EL INTERCULTURALISMO
El
tema de la identidad es básico para poder tratar la cuestión de las relaciones interculturales,
ya que cada grupo cultural posee unas características propias que conforman su
identidad. Sin embargo, en todos los grupos hay personas que, en muchos casos,
han tenido que realizar un esfuerzo para que ciertas dimensiones de sus
identidades personales coincidan, otorgando al grupo una idiosincrasia que por
una parte les identifica como grupo, y por otro lado les confiere singularidad frente
a las demás colectividades.
Un
principio general que debe guiar toda educación intercultural es la necesidad de
que ésta abarque a todo el alumnado y no solamente a aquellos alumnos pertenecientes
a culturas minoritarias, es decir, «la educación intercultural debe ser un
proyecto cósmico, con acciones y actuaciones dirigidas a la totalidad de la población»
(Froufe, 1999, 16). Por tanto, la educación intercultural es, en este sentido, una
educación pluralista, educación para la igualdad y para el respeto, por lo que
la cuestión de la identidad se convierte en un tema central a la hora de
reflexionar sobre la atención educativa en contextos de diversidad cultural.
Según
Erikson (1989), la identidad individual es una definición de uno mismo que en
parte está implícita, y que una persona adulta elabora como el elemento constituyente
de su personalidad, y esta definición se sigue construyendo a lo largo de toda
la vida. Esta conceptualización del término identidad individual nos aporta algunas
de sus características fundamentales, es decir, su dinamismo y su posibilidad de
cambio y por tanto de adaptación. Tal como afirma Maalouf (1999, 35) «la identidad
no se nos da de una vez por todas, sino que se va construyendo y transformando a
lo largo de toda nuestra existencia», o dicho de otro modo, «la identidad se
forma y se transforma continuamente con relación a las formas por las que somos
representados y tratados en los sistemas culturales que nos circundan, dando la
posibilidad a que en nosotros coexistan identidades contradictorias, de modo
que nuestras identificaciones cambian incesantemente»
Para
Muñoz Sedaño (1997), la identidad personal es el sentido del yo que proporciona
una unidad a la personalidad en el transcurso del tiempo, el reconocimiento de
que mi yo, que vivió, participó y tomó decisiones en tiempos y lugares diversos
a los actuales, es sin embargo idéntico: el mismo yo del presente. Tal unidad en
la personalidad implica una estabilidad de la propia identidad. Cuando la persona
no tiene una identidad estable se siente al borde de la crisis, desarrolla
sentimientos de inferioridad, su conducta se bloquea y es incapaz de funcionar
con normalidad. De igual forma, todo individuo negocia su identidad con su
entorno, por lo que se nos hace difícil tomar decisiones individuales que
pudieran llevarnos a ser rechazados por el grupo. En caso de que se produzca
tal rechazo, el sujeto busca otro grupo donde su identidad sea aceptada:
Toda
identidad va cambiando y requiere de la alteridad. No se puede reconocer una
identidad si a la vez no se reconoce una alteridad que se puede presentar como
un antagonista. Estos antagonismos nos crean conflictos con los demás, pero también
con nosotros mismos. Si el otro no confirma mi identidad, se transforma en una
amenaza y es frecuente que se intente evitar el contacto con aquellos que nos
amenazan, que ponen en riesgo mi identidad, mi autoimagen o mi autoestima
(Castillo,
2004, 379-380). Cuando el sujeto comprueba que su identidad no es aceptada por
el grupo mayoritario, una opción lógica es la de reunirse en torno a aquellas
personas que comparten un número significativo de rasgos identificatorios (segregación),
ya que el mantenimiento de relaciones interétnicas positivas se ve
imposibilitado. Tal rechazo puede traducirse en un deterioro del autoconcepto del
sujeto. Según Muñoz Sedaño (1997), las consecuencias de un autoconcepto minusvalorado
sobre el rendimiento escolar y sobre la adaptación personal y social pueden ser
muy graves, siendo uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta en la
educación de inmigrantes y minorías étnicas marginadas. En este sentido, un
trabajo desarrollado en la Universidad de Málaga (Esteve, Merino, Rius, Canto y
Ruiz, 2003) con una muestra de 1.886 alumnos de primer ciclo de Educación
Secundaria Obligatoria, escolarizados en tres localidades de Campo de
Gibraltar
(La Línea de la Concepción, San Roque y Algeciras) y la Ciudad Autónoma de
Melilla establecen una clara relación entre el autoconcepto de dichos alumnos y
la tendencia a recurrir a respuestas agresivas.
Uno
de los principales estudiosos sobre el tema de la identidad fue Erik Erikson, profesor
de Desarrollo Humano en la Universidad de Harvard al que anteriormente hemos
hecho referencia. Para este autor, la adquisición de la identidad se revela
como la principal tarea de la adolescencia, implicando tres componentes: un
sentido de unidad entre las autoconcepciones, un sentido de continuidad a
través del tiempo de estos atributos propios y un sentido de la correspondencia
mutua entre las concepciones que sostiene el individuo sobre sí mismo y
aquellas que sobre él mantienen las personas significativas de su entorno
(Erikson, 1989). Como podemos comprobar, Erikson hace referencia a la necesidad
de reconocimiento, es decir, que para que mi identidad sea estable es necesario
que sea reconocida por los demás, y, en cualquier caso, será preciso que ese reconocimiento
externo concuerde con lo que yo pienso sobre mí mismo.
Uno
de los principales estudiosos sobre el tema de la identidad fue Erik Erikson, profesor
de Desarrollo Humano en la Universidad de Harvard al que anteriormente hemos
hecho referencia. Para este autor, la adquisición de la identidad se revela
como la principal tarea de la adolescencia, implicando tres componentes: un
sentido de unidad entre las autoconcepciones, un sentido de continuidad a
través del tiempo de estos atributos propios y un sentido de la correspondencia
mutua entre las concepciones que sostiene el individuo sobre sí mismo y
aquellas que sobre él mantienen las personas significativas de su entorno
(Erikson, 1989). Como podemos comprobar, Erikson hace referencia a la necesidad
de reconocimiento, es decir, que para que mi identidad sea estable es necesario
que sea reconocida por los demás, y, en cualquier caso, será preciso que ese reconocimiento
externo concuerde con lo que yo pienso sobre mí mismo. como hemos señalado
anteriormente, esto no implica que el individuo pueda conformar su identidad
sin tener en cuenta el entorno, ya que todos tenemos el deseo de ser aceptados,
de poder identificarnos con los demás, de ser reconocidos, por lo que nos vemos
obligados a negociar nuestra propia identidad con nuestro entorno hasta
encontrar un punto de equilibrio entre nuestra identidad personal y la
identidad colectiva, lo cual no equivale a aceptar una identidad impuesta; como
bien afirman los profesores Jordán, Ortega y Mínguez (2002, 113) «la identidad
personal es, en efecto, elpropium de cada ser humano, en cuanto tal, el
producto autónomo y libre que cada cual, desde la edad más temprana, ha ido construyendo
a través de sus interacciones con los otros en entornos como los nuestros, cada
vez más plurales». En cualquier caso, podemos constatar que cuando hablamos de
interculturalismo, el tema de la identidad es crucial, ya que lo que pretendemos
es lograr la libre expresión de nuestra propia identidad y el derecho a que
ésta sea reconocida por los demás y no rechazada por el simple hecho de diferir
de la identidad de la mayoría.
¿QUIÉNES SOMOS NOSOTROS?: LAS
IDENTIDADES COLECTIVAS
De
la misma manera que los individuos necesitan desarrollar una identidad estable
y sólida que les permita definir quiénes son ellos mismos, las colectividades necesitan
establecer sus propias identidades. Son muchos los términos que se utilizan al
respecto tales como identidad social, identidad cultural, identidad étnica,
etc.
En cualquier caso, de lo que se está hablando es de una colectividad de
individuos que desarrollan sentimientos de pertenencia a un grupo determinado,
con unas características definidas, lo cual les va a permitir identificarse a
ellos mismos como grupo y diferenciarse de las otras colectividades.
Las
definiciones que podemos encontrar sobre tales conceptos son numerosas; para
Aguirre (1997, 3D la identidad étnica es «un sistema cultural de referencia, a
partir del cual una comunidad define su identidad grupal». Según Tajfel (1975,
376),
la identidad social puede ser entendida como «aquella parte del autoconcepto de
un individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo social, junto
con la significación emocional y valorativa asociada a dicha pertenencia».
Cuando
una persona llega a una nueva sociedad puede descubrir que su identidad no es
aceptada, ya que en muchos casos pueden existir elementos de tales identidades
que entren en conflicto con las características identificatorias de la sociedad
de acogida. En tal caso, la persona recién llegada tiene dos opciones básicas;
por una parte puede decidir integrarse de pleno en la sociedad receptora
haciendo suya la identidad de tal sociedad para lograr el máximo grado de
aceptación (asimilación), mientras que una segunda posibilidad puede ser
establecer una lucha por el reconocimiento de su propia identidad, lo cual
puede dar lugar al segregacionismo cuando tales identidades no son aceptadas por
el grupo mayoritario. Por lo tanto, el objetivo a perseguir será la asunción por
parte de las sociedades del pluralismo cultural que está presente en ellas. En este
sentido Shekel (1987) estima que son necesarias cuatro condiciones para que pueda
crecer dicho pluralismo:
Ø Existencia
de diversidad cultural dentro de la sociedad.
Ø Interacción
inter e intragrupos.
Ø Los
grupos tienen que compartir aproximadamente las mismas oportunidades políticas,
económicas y educativas.
Ø La
sociedad debe valorar la identidad cultural de los grupos y de las personas.
Por
otra parte y dado que la cultura es uno de los elementos fundamentales
constituyentes de cualquier sociedad, esta presencia extranjera podría derivar
en una pérdida de consistencia en la cohesión social. Ahora bien, cabría
preguntarse si esto sucede con los grupos cuya identidad es sólida y estable.
Parece demostrado que las sociedades o los grupos tradicionalmente en minoría
rechazan en mayor medida la influencia cultural externa, algo que podría
responder a un mecanismo de defensa motivado por la imposición histórica de una
cultura ajena y consecuentemente a la instauración obligada de una identidad
cultural que no dejaba de ser ficticia. El problema es que, en la actualidad,
los grupos sociales que se niegan al contacto intercultural están abocados al
aislamiento, lo cual se traduce en una decadencia de esas sociedades. Fenómenos
como la creciente inmigración, la libre circulación de ciudadanos dentro de la
Unión Europea o la expansión de la información y la comunicación a través de
las nuevas tecnologías hace que hoy más que nunca se hable de la denominada
«aldea global» donde el contacto intercultural es una característica
configuradora.
EL DOCENTE ANTE LA IDENTIDAD DE sus ALUMNOS
A
raíz de la importancia del tema de la identidad a la hora de abordar la
educación en contextos de diversidad cultural decidimos preguntar a los
profesores acerca de la identidad de sus alumnos. Dicha cuestión se enmarca en
un estudio llevado a cabo en el Departamento de Teoría e Historia de la
Educación de la Universidad de Málaga con una muestra de 87 profesores de
primer ciclo de Educación Secundaria Obligatoria, pertenecientes a 17 centros
educativos de la zona de Campo de Gibraltar (La Línea de la Concepción, San
Roque y Algeciras). A través de un cuestionario elaborado a tal efecto y de entrevistas
personales sondeamos las opiniones de los docentes y directores de los centros
de dicha zona sobre múltiples cuestiones relacionadas con la atención al alumnado
en un contexto de educación intercultural. Una de esas cuestiones iba dirigida
a conocer concretamente la valoración que realizaban los docentes acerca de las
preferencias de sus alumnos respecto a sus identidades.
Ofrecimos
a los profesores tres opciones de respuesta (Merino, 2003):
·
Que,
según su opinión, el deseo de sus alumnos fuera integrarse en la cultura
mayoritaria manteniendo su identidad.
·
Que,
bajo su punto de vista, sus alumnos desearan integrarse en la cultura
mayoritaria aunque esto supusiera la renuncia a su identidad.
·
Que,
a su entender, sus alumnos primaran el mantenimiento de su identidad aunque
ello les comportara problemas de integración en la cultura mayoritaria.
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